Loables beneficios nos deja la exposición del joven artista valenciano, Rablaci, inaugurada el viernes pasado en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam con la presencia del ministro de Cultura, Abel Prieto, los presidentes de la UNEAC, Miguel Barnet, y del Consejo Nacional de las Artes Plásticas, Rubén del Valle, entre otros directivos del sector y personalidades de la cultura cubana y valenciana, respectivamente.
Ante todo, esta muestra permite el disfrute espiritual de una obra extraordinariamente humanística, cuya concepción estética y evocación reflexiva en torno a uno de los problemas más acuciantes del hombre contemporáneo no dejan dudas de la precoz madurez de este artífice con solo 22 años de edad.
La organización de la exhibición, igualmente propició otra ventaja, materialmente perdurable, para la promoción del arte en la Isla. Se trata de la habilitación con fines expositivos de dos nuevos espacios en el Centro Wifredo Lam. El primero de ellos concebido en el área donde radicaba el parqueo de esa institución —que da a la calle Empedrado, generalmente utilizado en los programas alternativos de las bienales de La Habana, y hace poco escenario de una muestra de vídeo, con autoría colectiva —. Ahora, dispuesto para ese fin, acoge las suntuosas esculturas de Rablaci.
La otra ampliación de los segmento expositivos del recinto, es un salón aledaño — utilizado hasta su actual remodelación como un casi obsoleto almacén—, en el cual se exhiben las grandes fotografías (impresión lambda, montadas en metacrilato con silicona, con variables dimensiones) que complementan esta exhibición titulada Metáforas del hombre contemporáneo.
Ambos espacios, fueron prácticamente habilitados en una semana con el denodado interés y entusiasmo de Quique Martínez junto con los montadores y la brigada de mantenimiento del Centro Lam, así como de la Empresa Logística del Arte. Tal lo previsto, la inauguración se produjo coincidentemente con la celebración del congreso de la juventud cubana. A partir de ahora, la importante institución aledaña a la Plaza de la Catedral, destinará esas áreas a la promoción de la creación plástica de muchachos con probado talento artístico, como el de Rablaci.
“Sin abandonar los objetivos esenciales de nuestro perfil curatorial, queremos seguir abriéndonos a los más jóvenes. (…) precisa Jorge Fernández Torres, director del Centro Lam, en las palabras de presentación del catálogo de Metáforas…
Rablaci: un arte polisémico y provocador
Rablaci — acrónimo de Rafael Blasco Ciscar (Valencia, 25 de noviembre de 1987)— es, en síntesis, un muchacho amigablemente encantador. Su insistente modestia impide que hable de sus incuestionables éxitos, los cuales se extienden ya por varios países (Japón, China, Argentina, Guatemala, Puerto Rico —Feria Internacional de Arte— Portugal, Ecuador —Bienal de Cuenca— y en la propia España), en los que su obra ha cautivado, no solamente por su imaginería estética, sino por la trascendencia universal de un arte conceptual cuyo discurso, en tanto atrae, produce en el observador una especie de introspección crítica: hasta qué punto cada uno de todos los humanos contribuimos a la cada vez más acelerada destrucción de la naturaleza y el planeta.
Delgado, de mediana estatura, extremadamente respetuoso con sus semejantes, este carismático muchacho posee una aureola tan enigmática como el conjunto de toda su obra, la cual ya había ganado palmas en la Isla, hace alrededor de un año, cuando participó en la última Bienal de La Habana con la serie de fotografías titulada Body Art y Naturaleza. Rablaci convida al diálogo afectivo, el cual matiza con la mirada escudriñadora y sensible, que denuncia sus diferentes estados de ánimo. Culto e imaginativo, es un joven como cualquier otro: gusta de las modas, las aventuras, los encuentros entre amigos, la música, el cine…
Sin embargo, poco tiempo tiene para el divertimento personal. Los estudios en la Universidad de Altea, en la provincia de Alicante, donde cursa el cuarto año en la carrera de Bellas Artes, apenas dejan espacio para sus cada vez más enjundiosos proyectos artísticos, tanto en escultura como en fotografía. Tales compromisos docentes en ocasiones lastran sus intereses personales por estar más tiempo con los amigos o en algunas de sus exposiciones fuera de Valencia, como en esta del Lam —retornó a España al siguiente día de la inauguración— y su próximo emplazamiento en el Centro Provincial de Artes Plásticas de Holguín, como parte de las Romerías de Mayo. “Quisiera estar allí, aunque sean dos días…”, dice.
Satisfecho con la extraordinaria acogida de su obra en el Lam, Rablaci asegura: “Cuba me encantó desde el primer contacto que tuve con este país. Sus gentes son solidarias y amables. Yo no podía negarme al ofrecimiento de un espacio como este del Centro Wifredo Lam , y aún más sabiendo que, luego de mi muestra, se iba a quedar como área expositiva especialmente destinada a los jóvenes creadores”.
Interesado en las diversas corrientes del arte contemporáneo universal, dijo que “a diferencia de lo que sucede en algunos lugares, el arte en cuba posee aún gran pureza. En él encuentro la poética que yo busco en mis propias piezas”.
Las esculturas de Rablaci —mote diseñado por él cuando era adolescente— son también los personajes principales de las líricas composiciones de sus majestuosas fotografías. Tanto en unas como en otras expresiones artísticas, se revela un artista inmerso en los problemas de su tiempo —el más acuciante, quizás—. Él aprovecha las potencialidades expresivas del arte para lanzar un grito de alerta, un (otro) llamado a la conciencia del hombre que poco a poco está destruyendo su propio hábitat.
“A través de estas piezas —enfatizó— intento fusionar en un mismo concepto al hombre con la naturaleza. Utilizo el medio plástico que me ofrece la naturaleza para plantear estas ideas y principios humanos. Interiorizo mi tesis en la noción de desarraigo. Es decir, en esa extraña sensación de enajenación, de separación de nuestras raíces, que se siente principalmente en la sociedad occidental, tras el bombardeo constante de tanta información diversa, a veces inútil. Esto hace que al final no te sientas identificado con nada, porque son tantas y tantas cosas que uno no sabe a dónde asirse”.
En tal sentido, Rablaci subrayó que esa pérdida del hombre con los lazos de su entorno, trata de simbolizarla mediante la manipulación de los árboles —naranjos, abundantes en Valencia—, los cuales invierte “con las raíces hacia arriba, como representación de la naturaleza destruida, agredida, menospreciada”.
Asegura que su interés por este tema viene “de mi propia experiencia personal, de los sentimientos que me agobian al ver cómo la propia humanidad destruye su medio ambiente”. Por tal motivo, en la realización de cada una de sus obras, establece todo un ritual: “tocar el material, darle vueltas y más vueltas al árbol para encadenarlo o trabajar sobre sus fibras… pensar en la idea, enriquecerla en el mismo acto creativo, es como un performance en el que interactúo con los naranjos, las cadenas, las sogas, los clavos, los ojos, las raíces, las hojas, la tierra… verdadero acto de liturgia y embeleso que te compromete mucho más, que sientes muy dentro”.
Esa compenetración familiar y compasiva del artista con la naturaleza está evidentemente favorecida por las condiciones en que ejecuta su obra: “Trabajo en el taller de Ramón de Soto, un conocido escultor valenciano, quien me ha apoyado mucho. Es un pasible lugar campestre, aislado de la ciudad, rodeado de naranjos… A veces los campesinos pasan, se detienen y se ponen a mirar cómo voy dándoles vueltas a los árboles, en un trote desenfrenado y rítmico que va dejando huellas en la tierra. ´Este muchacho está loco´, dicen, pero luego se compenetran con la pieza, la entienden y admiran…”
Ese fascinante proceso, cuya espiritualidad igualmente se irradia hacia el espectador que disfrute de estas creaciones en el Centro Lam, es para Rabaci una posibilidad única “de dialogar con la materia. Hay que implicarse con todos los sentidos en la realización de cada obra. Me gusta jugar con la simbología de los clavos, las cadenas, las cuerdas, que son elementos visualmente fuertes, brutos, con una extraordinaria carga de simbologías”.
ARCO, una de las ferias internacionales de arte contemporáneo más importantes del orbe, igualmente ha acogido la obra de Rablaci, un artífice que cuenta ya con una profusa trayectoria artística, de cuyo éxito dan cuenta decenas de reportes, comentarios, artículos y entrevistas publicados en periódicos y revistas de diferentes países en los que se han dado a conocer sus místicos trabajos recreados en el convulso entorno de la humanidad y con los que el observador establece infinidad de lecturas que van desde ese tema hasta la reflexión sobre a personalísimos sentimientos.
Su arte es polisémico, profundo y fustigador, pero no es pesimista ni narra pasivamente una realidad que a todos agobia; en tal sentido la obra de Rablaci es crítica, pero alertadora. Metáforas…, según la imaginación del espectador, también puede sugerir ironía, nostalgia, sarcasmo, humor … Un arte que provoca dolor, nostalgia, miedo y angustia… pero también esperanza, fe y amor.
“¿Exponer en Cuba?. Es una gran oportunidad, un reto, un placer… ¡Es la hostia!”, dijo Rablaci, con la gracia del acento valenciano.
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