ANHELO, DE MARTHA JIMÉNEZ, EN EL PALACIO DE LOMBILLO

3 07 2010

Este viernes ArtCuba.com asistió a la inauguración de la exposición titulada Anhelo, de la reconocida pintora, dibujante y ceramista Martha Jiménez, quien exhibe en el Palacio de Lombillo, en La Habana Vieja, 12 de sus más recientes creaciones.

Numeroso público asistió a la inauguración de esta  muestra que ocupa uno de los salones de la planta baja de La Casa del Conde de Lombillo ubicada en el Centro Histórico de La Habana, exactamente en la Plaza de la Catedral esquina a Empedrado, donde el editor general de la Revista Opus Habana, Argel Calcines, tuvo a su cargo las palabras de apertura.

“Con esta exposición, Marta Jiménez ha reafirmado una vez más que es tan camagüeyana como habanera”, dijo Argel Calcines, quien puntualizó que en  la obra de la artista unas “veces aparecen costureras impúdicas, como pequeñas Penélopes que deshacen el tejido en dilatada elaboración; otras, sentimos el traqueteo de la Singer con que antaño nuestras abuelas hacían constatar su obstinada presencia. Así la obra de Martha remite a los orígenes de la familia, a la convivencia y sus conflictos, a los avatares de la vida cotidiana, en fin… Pero siempre con un halo optimista que tiene en el humor fino la piedra de toque, como un chiste susurrado al oído del espectador”.

 En esta ocasión la Jiménez pone a consideración del público, además de sus cerámicas, nueve pinturas realizadas con técnica mixta una faceta poco conocida en su quehacer plástico.

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En 1997 la UNESCO confirió a Martha Jiménez un premio

“mejor conjunto de obras”. Entre otros reconocimientos ostenta, además,  el premio UNEAC al Conjunto Escultórico Plaza del Carmen emplazado en la ciudad de Camagüey donde reside; la Segunda Bienal Internacional de Teapot Art Contemporáneo de Shangai en China premió dos vasijas de cerámicas como parte de un concurso a principios del año 2010. Sus obras han sido expuestas  en predios diversos a lo largo del país y allende los mares como República Dominicana, Francia, Estados Unidos, Canadá, México, Chile.

 Recientemente su obra fue invitada al evento  Art Shanghai  2010,   uno de los más importantes en Asia. La artista pertenece a la primera graduación de Instructores de Artes en Ciudad de La Habana, en los primeros años de la década de 1970. Aún adolescente, sus manos comenzaron a incorporar obras diversas en temáticas, estilos y técnicas a la historia del arte cubano. El lenguaje pictórico predominó en estos años con un cromatismo  rico en valores  brillantes, sus títulos desde entonces se relacionaron con  la literatura universal como por ejemplo: El regalo de Sofía, 1977, alusiva a la novela El siglo de las luces  de Alejo Carpentier.

Justamente en los meses finales del año 1981 creó un grupo de aficionados en la ciudad de Camagüey llamado Fidelio Ponce de León; allí multiplicó su talento en personas que dedicaron su tiempo libre en aprender y desarrollar sus habilidades artísticas, además de elevar su nivel de apreciación de las artes plásticas. Sus alumnos ganaron premios en el entonces sólido movimiento de aficionados del país, muchos de los cuales hoy son artistas profesionales, otros sin abandonar sus profesiones otras, cultivan diversas técnicas aprendidas de su maestra,  el resto continúan en este grupo que arriba a los 29 años,  redimensionados con otras pautas conforme a las exigencias del contexto.

Con el fin de ilustrar mejor a nuestros lectores sobre los valores artísticos y patrimoniales de la obra de Martha Jiménez, reproducimos en los siguientes párrafos  algunos fragmentos de un texto  biográfico escrito por  Kezia Zabrina Henry Knight, especialista de la Oficina de Patrimonio Cultural Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey, el cual fue publicado en el boletín semanal de Opus Habana:

En el ámbito de los años 80 las manos de Martha distinguieron otras expresiones, otros soportes: el barro. Junto a otros artistas de la ciudad imprimió a la cerámica un perfil estético de relevancia nacional y también en otras latitudes. A partir de entonces, aún en la actualidad, su imaginación se despliega preferentemente en un diálogo coherente entre lo pictórico y lo escultórico.

Sus gordas y mestizas caribeñas, de visibles herencias fisonómicas y culturales africanas, desde los años 90 comenzaron a bogar mar profundo. Signos del primer giro estético en relación con el conjunto de obras anteriores. Sus mensajes son múltiples, pero sólidos en una identidad de género de la región del Caribe. Son mujeres gruesas, de anchas caderas, voluminosos senos y labios carnosos, aún en su trasgresión como código estético en este contexto, son elegantes, ligeras, sensuales, chismosas ¿por qué no?, pero a su vez sostén y horcón de la familia  que sobre sus hombros y espaldas se abre paso y, en no pocas ocasiones, su dimensión vigorosa empequeñece la imagen masculina. Mujeres sencillas, de pueblo, tangibles en cada barrio, con las que  la artista se dio a conocer en un mercado del arte internacional exigente,  que todavía le solicitan con estos símbolos.

En ese sentido de signos nuevos, en la exposición: Conjuros del pez, en 2006, incorporó a sus mujeres-símbolos nuevos rasgos étnicos que indexan a mestizas de herencias hispánicas. Obras como Leda y el cisne, Rapto y Carrusel, apuntan a esas caribeñas de mucho tejido adiposo, de labios finos y nariz aguileña. Ciertamente sin proponérselo, desde una perspectiva antropológica muestra una diversidad propia del mosaico cultural del Caribe, pues en ocasiones se asoman encendidos ojos rasgados recordando el perfil asiático que nos acompaña. Por otra parte, el dibujo se impuso, emergió en su paleta colores sepias, ocres, los verdes y azules de armonías tonales en claves bajas.  De modo que, se hicieron porosas las fronteras entre lo pictórico y el dibujo coloreado. La fuerza expresiva gravita en las líneas, en los símbolos universales, como el pez y su espina dorsal, el arlequín, el bote y  las ruedas.  En su  sencillez aparente logra relacionar códigos que incitan al observador adentrarse en un mundo también onírico, imaginario,  mitológico…, un neobarroco caribeño.

Las cerámicas escultóricas de la exposición antes referida, todas cubiertas con engobe y esmalte también marcaron un giro conceptual,  la relación entre las figuraciones penetran en universo único y sutil.  Y es que la artista comenzó a sustituir fragmentos anatómicos por espinas de peces, por cofias del triste arlequín, para lograr efectos de sentidos. También en ocasiones cercenó extremidades y, en otras se multiplican estas últimas, sin otro referente del cuerpo. Martha con resortes cotidianos nos lleva de la mirada a un pensamiento inteligente y comprometido.  Esta línea de pensamiento estético lo ha ido cultivando con creces.

A propósito de su maestría como ceramista, el intelectual Miguel Barnet, presidente de la UNEAC, en su reciente visita a la Ciudad de los Tinajones, escribió: No te engañes nunca espectador, las figuras de carne y hueso no siempre son tan humanas, a veces el barro lo es más, sino detente ante las piezas de Martha Jiménez, que lo ennoblecen todo, porque la belleza es lo único que garantiza la condición humana. Condición humana que se enriquece cuando Marta reúne todos los sábados a los niños de la comunidad de la Plaza del Carmen y sus alrededores, en su ya laureado taller de creación y apreciación Pincel con alma de beso. Y es precisamente, por este trabajo plural y sostenido en sus valores conceptuales y estéticos, que la comunidad le profesa a la artista sencilla y también a su arista instructiva un cariño sincero. 

En esta oportunidad especial, la comunidad y transeúntes de la Plaza de la Catedral en La Habana, justo en  el Palacio Lombillo, tienen el privilegio de ser testigos de las primicias del nacimiento de un lenguaje simbólico nuevo en la trayectoria artística de Martha Jiménez. La exposición Anhelo asume como hilo conductor a la máquina de coser y sus aditamentos, instrumento presente en casi todos los hogares tradicionales cubanos y del mundo, icono de lo doméstico, elevado a un plano estético y simbólico. La mujer/ máquina de coser, en esta muestra se incorpora entonces en su dimensión conceptual, en el contexto contemporáneo de las artes plásticas del país.

Me gustaría destacar dentro del conjunto de la exposición  la obra titulada Nubia. Es una pintura con fuerte presencia del dibujo, que se destaca por su interdiscursividad, el título nos remite al poema Abdala, de José Martí. Las  figuraciones, la utilización de los símbolos como la máquina de coser, herramienta desde la cual se provee a la familia;  la presencia de la  mujer como hacedora de obras nobles y junto a ella o, mejor dicho,  en ella misma el hogar nuclear y extendido hacia la nación advertido por los colores de la insignia nacional; nos trasmite en su conjunto una añoranza infinita por el pasado familiar ya terminado, por el presente que lo ha heredado, aun en ejecución y, por la forja de un futuro desde prácticas endogámicas del hogar-nación.

Si Nubia nos remite a lo privativo de cada cual que observa la obra, por otra parte la obra ¿A dónde vamos, Señor? pues es una vínculo de saberes, capas sociales, quehaceres, olores, sabores, y un criollismo de un regusto único en Martha. Es un bazar de tipos populares, en sus afanes, de aquí para allá, buscando… ¿encontrarán?, otros enajenados por completo de la realidad, imbuidos en sus lecturas, pensamientos, sueños, decepciones, nostalgias, es… un andar Cuba en el que nos observamos.

 Predominan los colores trabajados en matices sepias y pinceladas de otros valores como verdes, rojos cuando así lo ameritan, ejemplo de ello la obra Tentación. Ciertamente en ese halo cromático están las esculturas, la obra Hacia adentro, realizada en cerámica esmaltada y metal, posee una  factura distinguida. Se establece un extrañamiento entre el título y la obra, porque la primera referencia que nos trasmite es de éxodo, por los signos visuales de bote y remos, aunque anclados, sin embargo, el título nos convoca a un recorrido hacia una intimidad reflexiva, a un viaje a los orígenes, rico en valores.

En ese sentido de trasgresión, en la  denotación–connotación, está la obra Desposada,  realizada en la técnica de cerámica esmaltada, donde la presencia del velo en el rostro, los senos descubiertos, y el detalle del pisa costura —dispositivo indispensable de la máquina de coser— justo en el borde de uno de los pezones, permiten realizar al observador lecturas sucesivas, en tanto sustento, dolor, pujanza, paciencia, tras el velo de la subordinación aparente.

Ciertamente, la exposición «Anhelo» de la artista  Martha Jiménez, en el Palacio Lombillo, lo invita a una conversación de delicadas insinuaciones desde los lienzos y el barro.


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