ROBERTO ÁVILA: CANTA LA TIERRA

14 08 2010

“El hombre tierra fue, vasija, párpado

del barro trémulo, forma de la arcilla,

fue cántaro Caribe, piedra chibcha,

copa imperial o sílice araucana”.

 

Pablo Neruda, La lámpara en la tierra

Amor América (1400)

 

Con su múltiple arquitectura de formas, expresión plástica de gestos y experiencias vivenciales matizadas mediante el uso inteligente y austero del color, la cerámica artística de Roberto Ávila Hernández (Ciego de Ávila, 1963) vuelve a irrumpir en la capital (*) para adentrarnos en el interior de sus iconografías a través de narraciones que surgen desde y por la tierra, e irradian con profunda dimensión filosófica y humana.

Canta la tierra, como así se titula esta muestra, en correspondencia con los matices poéticos que caracterizan al variado conjunto de obras que la integran, se presenta ante el espectador como imágenes tridimensionales recreadas en nuestra realidad cotidiana, muchas veces asidas a los recuerdos y a las vivencias personales del artista, quien revierte esas experiencias en formas simbólicas y en ocasiones etéreas estrechamente vinculadas con sentimientos y emociones del hombre y la sociedad en la que vive.

De tal manera, en la realización de sus platos, vasijas y esculturas, Ávila manipula el barro como si fuera un juego en el que conjuga sus habilidades técnicas con la capacidad de convocar a la reflexión, para lo cual se vale de las múltiples posibilidades expresivas de este material que, en última instancia, constituye viva representación del hombre, desde el surgimiento de su conciencia hasta estos días signados por la destrucción y el abuso de la naturaleza. Sus formas, que ineludiblemente remiten siempre a la Gran Madre Tierra, por su propia consistencia física, evidencian sólidas exigencias en la elaboración conceptual de los discursos, aunque en ocasiones el artista asume cierto libertinaje en las estrategias narrativas, para concluir piezas en las que se fusionan estilos y tendencias  que se interesan más por  vincularse a las corrientes predominantes en el arte de principios de milenio.

Ávila, considerado entre los más diestros y prestigiosos ceramistas de la región central de la Isla, cuya obra ha ido ganando espacio dentro de este género del arte cubano, concibe sus cerámicas sobre la base del valor mágico que, desde los remotos tiempos del neolítico, han poseído las vasijas de arcilla, cuyo eminente valor utilitario en la vida de las sociedades -desde que el hombre comenzó a pensar-, derivó, además, en objetos que enriquecen la espiritualidad humana.

La obra de este artista de formación autodidacta, posee indiscutible tendencia hacia lo escultórico. Tanto en sus vasijas, como en sus  jarras y en algunos proyectos para platos, existe una fuerte expresividad estética, en ocasiones conmovedora o violenta, lograda mediante diferentes moldeados y el empleo de técnicas de decoración, en las que se conjugan el esgrafiado con los trabajos a relieve y el uso de las pátinas, así como la realización de dibujos que denotan la instrucción del artista mediante la observación y la interrelación activa con el arte, el cual ejercita con total libertad, sin asirse a cánones academicistas.

Precisamente, son sus piezas escultóricas las más sobresalientes dentro del conjunto que exhibe ahora. El artífice atrae la sensibilidad perceptiva del espectador mediante la variedad  de efectos visuales, luces y movimientos que de ellas trascienden, resultado de la conjugación de la tridimensionalidad y el ritmo gráfico que adjudica a estas obras, igualmente concebidas con cuidadoso equilibrio.

Por tal motivo, la obra de este creador formado como médico, posee un místico encanto sustentado en el propio ejercicio de su arte, en el que se fusionan los cuatro elementos esenciales del universo: agua, aire, barro y fuego. Las manos de Ávila ennoblecen la arcilla extraída de su propio entorno, imbuido por un lírico pensamiento que recrea los más enaltecedores sentimientos y emociones que emanan desde la misma existencia humana, para la cual Canta la tierra.

Jorge Rivas Rodríguez

El Cerro, La Habana, en el verano del 2010.

(*) Canta la tierra será inaugurada el viernes 21 de agosto en la Galería Teodoro Ramos Blanco, ubicada en la calle 20 de Mayo No. 465, en el municipio habanero del Cerro.


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