Por Redacción de ArtCuba.com
Una fatídica noticia, desconocida por gran parte del sector de la cultura en la Isla, se produjo durante los minutos siguientes a las 10 de la noche del pasado viernes 1 de octubre, cuando el prestigioso restaurador de arte cubano, Nelson Castro, dijo adiós para siempre en su arruinada morada colonial.
En silencio, tras disfrutar o sufrir el complejo drama existencial que la pequeña pantalla lleva a los cubanos a través de la telenovela de producción nacional titulada Aquí Estamos, Nelson dejo de respirar en la sala de su casa, luego que un infarto cardiaco le ocasionara una muerte súbita.
La desesperación conmocionó a familiares y vecinos. Dolor y luto se tendieron sobre la humilde vivienda que lo acogió durante buena parte de su vida en el Centro Histórico de La Habana Vieja (Mercaderes número 2, esquina a Empedrado). La novedad no trascendió los medios. Nadie supo que el fin de semana último había fallecido uno de los más experimentados restauradores cubanos, quien no solo fue una de las personalidades claves de esa actividad en la historia del trabajo patrimonial nacional, sino también formador del Gabinete de Grabado y Dibujo del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana y del Departamento correspondiente del Centro Nacional de Conservación y Restauración.
En esta última institución Nelson ejerció la docencia práctica formadora de personal en esa necesaria profesión. De sus sabios conocimientos se nutrieron cientos de restauradores que hoy se desempeña en casi todos los museos de la Isla.
Aunque tenía problemas de salud, la muerte de Nelson, indudablemente se adelantó como consecuencia del proceso de incontenible deterioro constructivo y a la vez moral que prevaleció en el entorno donde vivió hasta el final de sus días.
De todos es conocido que en el inmueble de Mercaderes 2, a la entrada de la Plaza de la Catedral, independientemente de los derrumbes que allí ponen en riesgo la vida de los vecinos y transeúntes, proliferan actos vandálicos protagonizados por cantidad de gente marginal y dañina que ha invadido esa vieja edificación histórica donde él residía desde los años sesentas.
El sepelio de Nelson Castro, como su propia muerte, pasó casi inadvertido y un tanto solitario. Familiares y un escaso grupo de amigos lo acompañó hasta su último asiento, en el Cementerio de Colón, en la sombreada mañana del pasado sábado.
Nelson había recibido varios reconocimientos por su labor en beneficio de los bienes culturales tangibles de la nación, entre ellos la Distinción por la Cultura Cubana. Era miembro de la UNEAC.
Deja una respuesta