Por Jorge Rivas Rodríguez
Recientemente el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), en su Edificio de Arte Cubano, acogió con extraordinario éxito de público y de crítica, bajo el título de Vanguardia y Tradición, Dibujos y grabados 1934 – 1969, una antológica exposición del maestro de la plástica Jorge Rigol Lomba1 (Guantánamo, 1910 – La Habana, 1991), cuya curaduría estuvo a cargo de Roberto Cobas Amate, reconocida figura en el ejercicio de esta labor en la Isla y prestigioso crítico y ensayista sobre arte y cine cubanos.
A través de esta exhibición el público pudo constatar aspectos relevantes y pocos conocidos en la obra artística de Rigol ―cuya producción iconográfica es mayormente recordada por su extraordinaria serie de grabados y dibujos recreados en la vida y en la lucha del pueblo vietnamita por su independencia―, sobre todo su relación con la vanguardia artística cubana, asunto que nos motivó a dialogar con su curador, quien además es uno de los especialistas más experimentados del MNBA.
Sobre la preparación de esta muestra imprescindible para el mejor conocimiento de la obra de Rigol, Cobas apuntó: “El Museo Nacional de Bellas Artes tiene muy en cuenta en su programa de exposiciones los grandes aniversarios de los artistas más importantes de nuestra plástica correspondientes a cualquier época histórica, en particular los natalicios.
“En este año, por ejemplo, hemos tenido grandes celebraciones. Se realizó con mucho éxito una exposición por el Centenario de esa gran figura de nuestra intelectualidad que fue José Lezama Lima; una muestra antológica de grabados por el bicentenario de Federico Mialhe, personalidad esencial de nuestra vida cultural en el periodo colonial. Y en el caso de Jorge Rigol, el MNBA celebró merecidamente su Centenario. Para esta ocasión nos propusimos una muestra retrospectiva que hiciera particular énfasis en sus dibujos vanguardistas de los años treinta, de calidad sobresaliente como se pudo evidenciar en la exhibición. Estas obras son prácticamente desconocidas por el gran público y guardan una estrecha relación con ese fenómeno cultural que fue la Escuela de La Habana, en las cercanías de cuya órbita se encuentra lo mejor de su obra”.
Su vida laboral comenzó en el MNBA como museólogo de esa prestigiosa institución a la cual se mantiene vinculado como curador de la colección de Arte Moderno Cubano (primera y segunda vanguardia, 1927-1950). ¿Durante esa fecunda trayectoria qué momentos recuerda con mayor agrado? ¿De qué manera el MNBA influyó en la consolidación de sus conocimientos sobre arte cubano?
“El Museo Nacional de Bellas Artes ha sido mi verdadera escuela. Cuando me gradué de licenciado en Historia del Arte en la Facultad de Artes y Letras, en la Universidad de La Habana, en la cual tuve la suerte de tener profesores excelentes, pensé que me las sabía todas. Al comenzar a trabajar en diciembre de 1982, en el Departamento de Investigaciones del Museo Nacional, comprendí que tenia muchísimo que aprender y que lo aprendido en la universidad era tan solo un punto de partida. Mis compañeros de trabajo fueron mis mejores orientadores. Con ellos aprendí cosas tan elementales e importantes como medir un cuadro o un dibujo, manipular una pieza o realizar la ficha técnica de una obra.
“Recuerdo con particular agrado aquel comienzo. Trabajé como asistente de María del Carmen Rippe, en una muestra sobre estampas europeas que fue para mí una experiencia muy emocionante. También fue excitante la preparación de la I Bienal de La Habana, en cuya organización el Museo Nacional colaboró intensamente con el Centro Wifredo Lam. Fue un trabajo realmente de mucha exigencia. No existía experiencia de un evento de esta envergadura en el país. El MNBA fue la sede principal y allí se trasladaron todas las obras que competían en el certamen. Se trabajó hasta altas horas de la noche.
“Con respecto a los trabajos significativos de curaduría te puedo mencionar la exposición itinerante Wifredo Lam, la aventura de la creación, que se exhibió en 1998 en varias ciudades españolas, como Salamanca, Palma de Mallorca, Cáceres y León; así como la muestra Mariano, sobre ese extraordinario pintor que fue Mariano Rodríguez, inaugurada en una importante sala de exposiciones de Monte-Carlo, Mónaco, que contó con la presencia en la inauguración del entonces príncipe heredero Alberto.
“En el caso de la exposición de Lam se hizo una selección rigurosa de las mejores obras del MNBA. Esto coincidió con el cierre temporal de la institución por los trabajos de remodelación que se acometieron con vista a su modernización, lo cual permitió mostrar la evolución del artista, desde su pintura realizada en Paris a finales de los años treinta -con una evidente influencia cubista y surrealista- hasta su posterior desarrollo y consagración tras su regreso a La Habana. Entre los años cuarenta y cincuenta, este genio del arte universal encuentra sus motivos de inspiración en la poesía contenida en los cultos afrocubanos.
“Por otra parte, la muestra Mariano planteó un desarrollo cronológico y estilístico por los diferentes temas que abordó el artista, tales como la mujer, el amor, los gallos, las naturalezas muertas, los paisajes, los guajiros y pescadores y su incursión en la vertiente afrocubana de nuestra cultura, aspecto menos conocido de su obra pero que supo trabajar con una gran sensibilidad plástica.
“De las exposiciones realizadas en las salas del MNBA siento una gran satisfacción cuando recuerdo las muestras Raúl Martínez, el desafío de los sesenta, exposición curada conjuntamente con Elsa Vega, en la cual se enfatizó la trascendencia de la pintura de Raúl en el contexto de la plástica cubana y latinoamericana de aquella época, lográndose reunir un conjunto importante de obras; así como la exposición Umberto Peña, que fue la reaparición ante el público y la crítica de una de las figuras protagónicas de los años sesenta.
“Dentro de las muestras colectivas no puedo dejar de mencionar la importantísima exposición Cuba Arte e Historia desde 1868 hasta nuestros días, organizada conjuntamente por el Museo de Bellas Artes de Montreal y el MNBA de La Habana y en la cual colaboraron todos los curadores del Área de Arte Cubano de nuestra institución. En esta exposición, que contó con la curaduría general de Nathalie Bondil -directora del Museo de Bellas Artes de Montreal- y la coordinación técnica de Hortensia Montero, se exhibieron más de 300 obras y es, sin duda, la más grande e importante muestra de arte cubano que ha tenido lugar fuera de Cuba, superior a la mítica muestra realizada en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1944. La exposición de Montreal dedicó salas personales a dos figuras esenciales de nuestra plástica como son Wifredo Lam y Marcelo Pogolotti y constituyó un verdadero hito para la historia del arte cubano y un reto tremendo para cualquiera que intente superarla en un futuro”.
Hasta ahora, en varias ocasiones hemos mencionado el término curador/curaduría en nuestra conversación. ¿Podría usted definirme esta importante labor, tan mencionada durante los debates culturales en el contexto contemporáneo cubano?
“Estos términos de curador/curaduría se pusieron de moda en Cuba a finales de los años ochenta pero realmente es una especialidad profesional que existe desde hace muchos años en el mundo y es usado en otros países de nuestro continente como Estados Unidos y otras naciones de Latinoamérica. Esta profesión requiere un alto nivel de especialización ya que en el caso de los museos de arte, como el nuestro, el curador tiene entre sus principales funciones la conservación y estudio del objeto museable y la configuración de las colecciones acorde a las características de la institución. Entre sus responsabilidades está la realización de expedientes de artistas y fichas técnicas de obras, la preparación y publicación de catálogos de las colecciones que atesora y la organización de exposiciones, que pueden ser de dos tipos, permanentes o temporales.
“Los curadores son los máximos responsables del legado nacional y cultural que les ha sido confiado. En tal sentido me parece más precisa la definición de conservador, que se utiliza en los museos europeos y canadienses para denominar este cargo de tan alta responsabilidad».
Usted ha sido curador de importantes muestras de pintores cubanos de la primera y segunda vanguardias, entre ellos Wifredo Lam, René Portocarrero, Mariano Rodríguez, Arístides Fernández, Jorge Arche y muchos otros grandes maestros del arte cubano, sobre los cuales igualmente ha escrito ensayos, artículos y palabras para catálogos. ¿Cómo curador y experto en arte cubano se considera un intelectual satisfecho con su obra? ¿De las muchas exposiciones curadas por usted, cuál o cuáles considera que influyeron más en su carrera?
“Francamente no. Siento que he podido hacer mucho más, que mi trabajo no es más que una gota de agua dentro del formidable despliegue investigativo que realizan otros curadores tanto del propio Museo Nacional como de otras prestigiosas instituciones, como el Centro Wifredo Lam y el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, por ponerte ejemplos muy evidentes desde el punto de vista institucional. También es importante destacar la existencia de un grupo de curadores que trabajan con independencia al sistema de la plástica que vienen realizando una obra de alto nivel técnico y creativo. Desde el punto de vista de la labor museística queda mucho trabajo por hacer y muchos artistas por rescatar del olvido, o reubicarlos en su justa dimensión, por los aportes que realizaron a la plástica de su época y cuya proyección sigue vigente.
“Entre las exposiciones que hemos trabajado en esta dirección tenemos la de Arístides Fernández, entre el olvido y la memoria, sobre una de las figuras fundamentales de nuestra plástica, cuya obra se encuentra atesorada, casi en su totalidad, en el MNBA, y que ha sufrido en distintos momentos una lamentable omisión. Otra exposición que se encuentra en esta sintonía es Samuel Feijoo, un sol desconocido, que pretendió rescatar la obra pictórica realizada en los años cuarenta y cincuenta por este extraordinario poeta e intelectual cubano, que paralelamente supo llevar a cabo una obra plástica de gran valía pero poco conocida por el gran público.
“También quisiera mencionar la muestra Mirta Cerra: entre lo clásico y lo moderno, en la que se dio a conocer, en una visión retrospectiva, los aportes que esta artista realizó a la plástica cubana, más allá de sus archiconocidos guajiritos y paisajes de La Habana. El exceso de modestia es un inconveniente si un artista quiere triunfar en cualquier contexto. Y esto es lo que sucedió con Mirta Cerra, cuya personalidad retraída le impidió imponerse en un ambiente cultural en plena efervescencia. Mirta fue una excelente diseñadora de portadas de revistas, con propuestas muy avanzadas para su época, así como una exploradora resuelta de la pintura abstracta desde el primer lustro de los años cincuenta, sin adscribirse a ningún grupo artístico. Sus grabados realizados en Nueva York, que abordan el tema social en la década del treinta se encuentran entre lo más significativo de este género artístico realizado en esta época”.
Igualmente destacada ha sido su labor como investigador y crítico, tanto sobre arte, como sobre cine cubano, textos que han enriquecido, y enriquecen, algunas de las más prestigiosas publicaciones sobre estas dos manifestaciones artísticas en la Isla. ¿Existe alguna motivación personal o relación estética entre éstas que lo motiven a reflexionar e investigar de la manera tan acuciosa como usted lo hace?
“El cine es mi otra pasión. Y en particular siempre me ha atraído el dibujo animado, al punto que hice mi tesis de grado sobre la evolución de esta expresión artística en Cuba. Sin duda, existe una conexión entre ambas expresiones, identificadas en su aspecto plástico, al punto que es posible distinguir por sus diseños la obra de notables realizadores del cine de animación cubano, como Juan Padron, Tulio Raggi y Mario Rivas. De etapas anteriores habría que mencionar a Jesús de Armas, fundador del Departamento de dibujos animados del ICAIC, y Hernán Henríquez. En marzo de1984 logré unir ambas expresiones artísticas en el MNBA, en una muestra de dibujos, diseños y carteles, en el contexto del aniversario 25 del ICAIC. Esta exposición, inaugurada por ese gran documentalista que fue Santiago Álvarez, fue mi primer trabajo como curador.
“Mi motivación por el cine siempre ha sido muy fuerte, hace algunos años era fiel asistente a los magníficos ciclos que preparaba la Cinemateca de Cuba, entre ellos recuerdo una muestra del cine expresionista alemán que resultó algo verdaderamente impresionante o el programa dedicado al Centenario de natalicio de Charles Chaplin, en 1989, que hizo reír y llorar a no pocos en la sala que hoy lleva su nombre.
“Si la vida no me hubiera orientado hacia el trabajo de curador en el MNBA, seguramente hubiera estado vinculado de alguna manera al cine, el cual sigue siendo para mí una expresión artística apasionante”.
Múltiples han sido, y son, sus aportes a la Cultura Cubana, razón por la cual es acreedor de la más alta distinción que otorga el Ministerio de Cultura; fecunda obra a la que ha dedicado y dedica buena parte de su existencia. ¿En qué emplea Roberto Cobas el poco tiempo libre que le queda?
“Durante mucho tiempo llevé una vida en la que no disponía de tiempo libre, lo cual es un error. Trasladaba el trabajo del museo para continuarlo en la casa, como si fuera un hobby. Hoy considero que es importante defender ese espacio de tiempo que debemos dedicar al esparcimiento personal y al disfrute más íntimo con la familia y amigos. No obstante, una parte de ese llamado “tiempo libre” lo he dedicado también a escribir textos para libros como el ensayo Mariano Rodríguez en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana: esplendor y carencias de una gran colección, para el tomo I del catálogo razonado de Mariano Rodríguez; otro texto titulado Eduardo Abela: pintor cubano y universal, para un libro de este gran pintor cubano cuya presentación se realizará probablemente en noviembre del presente año en el MNBA, ambas con el sello de Ediciones Vanguardia Cubana cuyos principales organizadores, Alejandro Rodríguez, José Veigas y Ramón Vázquez, están realizando un trabajo extraordinario de rescate de las principales figuras de la modernidad histórica de la Isla.
“También quiero citar el ensayo que me solicitaron sobre el dibujo animado cubano para la Enciclopedia del cine iberoamericano, de reciente aparición en Madrid. Realmente para mí fue una gran sorpresa y enorme satisfacción que me pidieran un texto para una publicación tan importante y definitiva como es una Enciclopedia. Creo que no he escrito algo que sea tan importante como ese ensayo. Todo esto ha consumido una parte de mi tiempo libre. A mediano plazo pienso escribir un libro sobre El retrato en la vanguardia cubana, intentando mostrar la evolución que sufrió este tema según la apropiación que realizaron los artistas de nuestra modernidad de los nuevos lenguajes artísticos, y un libro en el que recopilé cuentos clásicos infantiles, con ilustraciones realizadas por Conrado Massaguer, el cual tiene como titulo El regreso de Pulgarcito”.
¿Cuáles son las mayores dificultades o contratiempos que enfrenta en su trabajo, tanto como crítico, ensayista, curador e investigador?
“Básicamente, un problema de organización del tiempo. Saber proyectar las tareas en un cronograma de acción que resulte efectivo y racional es una gran virtud, que realmente no poseo. En ocasiones he emprendido más de un trabajo a la vez, lo cual no es recomendable para conseguir resultados investigativos perdurables”.
¿Qué recomendaciones o sugerencias le trasmitiría usted a las nuevas generaciones de curadores?
“Les diría lo mismo que trato de aplicar en mi vida profesional. Pienso que ante todo se debe estudiar con pasión la historia universal del arte y estar al tanto de sus expresiones contemporáneas y después su relación o no aplicadas a las circunstancias especificas de nuestra Isla. Revestirse de mucha paciencia y concentración analítica al abordar la obra de un artista, grupo de artistas o tema que se quiera trabajar; desarrollar la exposición a partir de una tesis bien elaborada y nunca de ideas preconcebidas. El trabajo en progresión puede mostrarnos aristas que nunca habíamos tomado en cuenta y revelarnos puntos de vista desconocidos que vale la pena mostrar al gran público.
“Sobre todo hay que tener una actitud muy modesta desde el punto de vista profesional, una ética estricta del trabajo. Recordar siempre que por más años de experiencia que tengas en esta profesión como curador, todos los días se aprenden cosas nuevas y por ningún motivo envanecerse ante cualquier logro. El que hoy obtengamos éxito en una exposición no significa que la próxima esté garantizada. El estudio y la reflexión deben ser una constante que nos debe acompañar para el resto de nuestra vida”.
Dentro de su amplia labor como curador y estudioso de arte se observa una clara inclinación hacia la obra de Wifredo Lam, al punto de ser considerado como uno de los más férreos conocedores de la creación plástica del más universal de los pintores cubanos. ¿Qué causas o emociones motivaron esa predilección?
“Mi encuentro inicial con la obra de Lam fue casual. Comenzó cuando tuve el placer de trabajar con José Manuel Noceda, -investigador de primera línea sobre la obra de este gran artista cubano- en una exposición sobre el maestro que se iba a realizar en Brasil a finales de los años ochenta. La muestra nunca se llevó a cabo, pero la fascinación que despertó en mí la obra de Lam se convirtió en una especie de obsesión por comprender las claves que existen en su pintura.
“Así, en 1991, Noceda y yo unimos nuevamente fuerzas para realizar la exposición Lam desconocido, dando a conocer aquellas obras del artista que no se habían exhibido con anterioridad. Para nuestra sorpresa logramos articular un conjunto muy fuerte de obras, en particular pintadas sobre papel kraft. Aquella muestra se nutrió de piezas de la propia colección del MNBA no exhibidas anteriormente y otras procedentes de la galería La Acacia y de colecciones privadas. Como parte del trabajo investigativo, y gracias a la pericia de un grupo de restauradores del Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología, se rescataron varias obras totalmente desconocidas que estaban pintadas al reverso y cubiertas por una tela supuestamente protectora del soporte de papel.
“Esta fue una de las grandes revelaciones de la muestra. La exposición se exhibió en Casa de las Américas en el contexto de la IV Bienal de La Habana. Aquella muestra llamó la atención del público, la crítica y de especialistas y curadores de otros países. Por ejemplo, Roberto Littman, director del prestigioso Centro Cultural de Arte Contemporáneo de ciudad México, quedó fascinado con la pintura sobre papel de Lam y le propuso al MNBA de La Habana la organización conjunta de una exposición para llevarla a tierra azteca y dar a conocer estos tesoros.
“Quedamos encargados de esta muestra mi colega y amigo Ramón Vázquez y yo. Este trabajo fue muy importante desde el punto de vista de la indagación sobre su obra, ya que se definieron núcleos temáticos, títulos de obras y fechas en aquellas piezas que no estaban firmadas por el artista. La búsqueda de datos sobre su obra continuó avanzando y permitió preparar una importante muestra que se exhibió en Buenos Aires, Argentina, en 1994, y posteriormente en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile, en 1995.
“Para no hacer extensa la relación te comento que entre las más recientes exposiciones del artista en la que hemos participado se encuentra una de carácter retrospectivo organizada por el prestigioso Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO) y el MNBA de La Habana, curada a cuatro manos por Jorge Contreras, un excelente curador de esa institución, y yo. Fue inaugurada en agosto del 2008. La muestra abarcó desde obras tempranas realizadas por Lam en los años veinte hasta una selección de grabados de la serie El último viaje del buque fantasma, concebidos por el artista en 1976 y basados en la obra homónima de Gabriel García Márquez.
“Puedo decirte que la obra de Lam tiene una riqueza tan grande que con frecuencia resultamos sorprendidos ante cada nuevo acercamiento a ella y la influencia que ejerció en el contexto de la plástica cubana, latinoamericana y universal”.
El nombre de Roberto Cobas, aunque usted mismo no lo entienda así, debido a su extraordinaria modestia y sencillez, está ya fuertemente vinculado a la historia del arte y la cultura cubanos. ¿En qué medida le ha sido retribuida esa total entrega por parte de la institución para la cual ha trabajado siempre? ¿Puede considerarse un hombre realizado profesionalmente? ¿Qué queda por hacer entre los objetivos esenciales trazados en su vida profesional?
“Después de 27 años de trabajo en el MNBA puedo afirmarte que todo lo que soy -si es que soy algo- se lo debo a mi consagración y fidelidad a la institución que me acogió cuando tenía 24 años. Ha sido mi único trabajo, y sin dudas es mi gran amor. Por supuesto he tenido periodos de altas y bajas, pero prefiero recordar los momentos que me vinculan a esa gran familia de trabajadores que acoge en su seno el MNBA. En este lapso de tiempo he realizado todas las tareas que puede llevar a cabo un curador, desde las más sublimes, como investigar la autenticidad de un cuadro, hasta las más modestas como trasladar las obras por las distintas salas del Museo Nacional o ayudar al montaje de las mismas. He tenido el inmenso placer de tener en mis manos desde la Gitana tropical, de Víctor Manuel, hasta el Tercer Mundo, de Wifredo Lam. En tal sentido soy un hombre inmensamente feliz”.
¿Proyectos para un futuro inmediato?
“Para el próximo año 2011 tenemos prevista una exposición de Amelia Peláez, la cual constituirá un recorrido por los momentos más significativos de su fructífera carrera, que comprende desde su aparición en la escena pública como pintora académica y discípula eminente del maestro Leopoldo Romañach, su consagración definitiva en los años cuarenta y cincuenta como una de las grandes figuras de nuestra plástica, hasta llegar al esplendor final de su carrera con sus obras de la década del sesenta. Por otra parte estamos organizando una muestra que nos entusiasma mucho, por el centenario de natalicio de Felipe Orlando. De este gran pintor cubano se conoce muy poco ya que su vida artística transcurrió en diferentes países, como Cuba, Estados Unidos, México y España. Existe poca información y su obra se encuentra dispersa en estas naciones. Es un verdadero reto y un auténtico placer trabajar una exposición de estas características”.
(1) Jorge Rigol Lomba: Ilustrador, dibujante, grabador, historiador del arte, profesor.
Consagrado a los temas sociales y políticos, estuvo siempre, al decir de Juan Marinello “al servicio de las causas más nobles, de los mejores intereses de la comunidad y del hombre”. (Galerías CUBARTE)
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