POR Jorge Rivas Rodríguez
“La fotografía de la naturaleza conlleva un trabajo callado, silencioso, interior”, tal ha dicho el prestigioso fotógrafo español Héctor Garrido Guil (Huelva, España, 1969), artífice especializado en ciencia, naturaleza, paisaje y etnografía y reconocido divulgador científico, quien actualmente expone en La Habana, bajo el título de Aguas.Una selección compuesta por 20 de sus trabajos más sobresalientes sobre la fantasiosa armonía fractal de las marismas de Doñana (1), pintoresca zona de Andalucía donde vive y crea desde hace más de dos décadas.
La muestra, instalada en la galería de la Sociedad Patrimonio, Comunidad y Medio Ambiente ―Amargura 60, entre Mercaderes y San Ignacio, La Habana Vieja―, ofrece al observador una panorámica de imágenes que, a primera vista conducen hacia el disfrute de un arte pictográfico abstracto en el que las figuras y estructuras geométricas, las líneas, las simetrías y los colores conforman armoniosos entretejidos para establecer líricas composiciones cuyo movimiento, a veces cinético, impacta por la originalidad y belleza del discurso plástico.
Sin embargo, estas suntuosas piezas son auténticas fotografías en las que, según ha dicho su autor, “no hay truco alguno, todo lo que se ve es pura naturaleza: Doñana vista desde el cielo. Hasta los estridentes colores fosforescentes tienen origen orgánico, fruto de la reflexión de la luz sobre algas microscópicas y bacterias que crecen en las marismas”.
Cámara en mano, a la altura convenida por el diestro piloto del avión, Hans Nerlinger, con quien sobrevuela el Parque Nacional de Doñana, Héctor Garrido escudriña el momento preciso para captar la fenomenal geometría fractal de las marismas en esa zona. Se trata de formas irregulares de la naturaleza, caprichosamente estructuradas y recurrentemente similares. Desde el aire, los ríos, riachuelos, pantanos y las diferentes acciones químicas de los contaminantes que sobre sus aguas actúan conforma un paisaje alucinante, en el que el arte de la fotografía adquiere gran relevancia mediante la creatividad de este maestro del lente que pacientemente espera, para accionar el obturador, los momentos más favorables de las luces y las sombras, o el fantástico contraste que se establece entre el fondo natural y las variables formas cenagales.
Con tal empeño sobrevuela Doñana todos los meses, desde el año 1996. Cerca de 300 vuelos, la mayoría de ellos realizados con la puerta de la avioneta desmontada para encuadrar mejor y obtener la imagen deseada; difícil reto si se tiene en cuenta que a la altura de más de 100 metros las condiciones físicas y emocionales son totalmente diferentes que con los pies en la tierra. “Todo cambia desde el aire, incluso el color, las algas son verdes fosforescentes y, el agua, sin reflejos que molesten, pasa del marrón al azul turquesa. Entras en un mundo nuevo”, ha dicho este creador, quien también se vale de diferentes técnicas fotográficas, como la ultravioleta, el infrarrojo, y la fotomacrografía, entre otras, para lograr mágicas instantáneas en las que los efectos “congelados” del reposo y el movimiento propios del paisaje natural, devienen magníficos cuadros en los que las figuraciones y las abstracciones parecen danzar ante nuestros ojos.
Por supuesto, no siempre se logran esos caprichosos efectos, pues el propio artista reconoce que cada fotografía es un mundo en sí misma. “A veces disparas una única fotografía y tocas el cielo. A veces disparas sin cesar y no consigues nada”, como expresó en una entrevista realizada por Cecilia Bogaard, texto con el que esta colega española ganó el Premio Periodístico Sostenible de Doñana por su reportaje fotográfico La piel de Doñana.
El concepto básico de la tesis de este artista en su proyecto Aguas, como en el resto de su producción fotográfica sobre este tema, tiende anclas sobre un asunto contundentemente reclamado por nobles personas e instituciones en todo el mundo: la importancia de preservar el medio ambiente y la naturaleza, así como alertar, a través de imágenes, sobre las nefastas consecuencias que su destrucción puede ocasionar para el inmediato futuro de la humanidad.
En tal sentido, Garrido, quien simultanea su trabajo entre la coordinación del Área de Cultura Científica de la Casa de la Ciencia y Foro de la Biodiversidad (Sevilla) y la Estación Biológica de Doñana (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, de España), es un hombre que a través de su obra y de su aún corta vida ―apenas sobrepasa los 40 años de edad― ha demostrado incondicional amor por la naturaleza y la fotografía, la cual califica como “un arma poderosísima. Los medios de comunicación la usan cada día con mucha habilidad para manejar los pensamientos de todos nosotros. Así las cosas, nosotros podemos -y debemos- utilizarla para cambiar la realidad. Para mejorarla”.
Colaborador de importantes medios internacionales de prensa en los que ha publicado numerosos artículos de divulgación científica sobre naturaleza y etnografía; así como del prestigioso canal de televisión National Geographic, Héctor es un hombre de emociones, arriesgado y activo, cuyo interés por la geografía le ha llevado a los más apartados lugares de todos los continentes, en los que ha logrado sorprendentes imágenes que también han servido para ilustrar infinidad de libros y discos, en tanto integran los archivos que le han servido para conformar sus casi cien exposiciones personales en varios países. “Cada viaje es un baño de realidad”, asegura este joven y carismático artista español cuya exposición en La Habana contó con el apoyo de su amigo, el conocido pintor cubano Jesús Lara Sotelo.
Para muchos especialistas, las marismas atlánticas andaluzas, probablemente son las mejor conservadas de Europa. Allí vive, en una sencilla cabaña, separada del bullicio urbano, en el centro del lírico y silencioso paisaje de Doñana, este creador que cada mañana se asoma a la ventana de su cocina que da hacia levante, en busca de nuevas y oníricas aventuras en el luminoso y colorido amanecer en las marismas.
(1) Doñana es un espacio natural protegido, situado en Andalucía, España. Posee una extensión de 53.709 hectáreas. En la gran extensión de marismas que abarcan los parques Natural y Nacional de Doñana, respectivamente, durante el invierno emigran numerosas especies de aves acuáticas, que suelen alcanzar cada año los 200.000 individuos. Su nombre proviene del de Doña Ana de Silva y Mendoza, esposa del VII Duque de Medina-Sidonia. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1994. Cada año estos parques reciben más de medio millón de turistas.
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