Un desnudo realizado en 1966 por el genio español de la plástica, Salvador Dalí (Figueras, España, 1904 –1989), para Playboy fue vendido en Nueva York por 266 mil 500 dólares, durante una subasta de Christie’s que incluyó el remate de la extraordinaria colección de arte de esa afamada publicación erótica.
El cuadro fue pintado por Dalí a petición de la revista, y durante varias décadas decoró la habitación del fundador de la revista, Hugh Hefner, en la célebre Mansión Playboy de Berverly Hills, en
California. Se trata de una interpretación artística de las mujeres que suelen aparecer en las portadas de esta publicación.
De acuerdo con un informe de Christie’s, tanto Dalí, como Playboy rompieron barreras al captar con «su arte surrealista la belleza clásica» en la pintura «Playmate», que estaba valorada entre los 100 mil y los 150 mil dólares.
Sin embargo, aunque esa cifra fue ampliamente superada, el desnudo del padre del surrealismo no fue la obra mejor vendida, mérito que recayó en la pieza titulada Mouth 8 (1966), del artista norteamericano Tom Wesselmann (1931-2004), la cual fue rematada en un millón 874 mil 500 dólares.
Salvador Domingo Felipe Jacinto Dalí i Domènech, más conocido como Salvador Dalí, primer marqués de Púbol, fue un pintor español considerado uno de los máximos representantes del surrealismo.
Dalí es conocido por sus impactantes y oníricas imágenes surrealistas. Sus habilidades pictóricas se suelen atribuir a la influencia y admiración por el arte renacentista. También fue un experto dibujante. Los recursos plásticos dalinianos también abordaron el cine, la escultura y la fotografía, lo cual le condujo a numerosas colaboraciones con otros artistas audiovisuales. Tuvo la habilidad de forjar un estilo marcadamente personal y reconocible, que en realidad era muy ecléctico y que “vampirizó” innovaciones ajenas. Una de sus obras más célebres es La persistencia de la memoria, el famoso cuadro de los “relojes blandos”, realizado en 1931.
Como artista extremadamente imaginativo, manifestó una notable tendencia al narcisismo y la megalomanía, cuyo objeto era atraer la atención pública. Esta conducta irritaba a quienes apreciaban su arte y justificaba a sus críticos, que rechazaban sus conductas excéntricas como un reclamo publicitario ocasionalmente más llamativo que su producción artística. Dalí atribuía su amor por todo lo que es dorado y resulta excesivo.
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