
Exposición del joven pintor Jesús Lara, en vísperas del aniversario 90 de la insigne Alicia Alonso, fundadora y directora general del Ballet Nacional de Cuba
Por Jorge Rivas Rodríguez
Infinidad de poetas, escritores, músicos, trovadores, fotógrafos, cineastas y dramaturgos cubanos se han inspirado en la vida y la obra de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso; sin embargo no existen dudas de que la gran diva ha servido de fuente de inspiración, como en ninguna otra expresión artística, a los creadores de la plástica. Prueba de ello son las disimiles iconografías que les han sido realizadas por prestigiosos artífices de la vanguardia artística a partir de la segunda mitad del pasado siglo hasta nuestros días.
Entre ellos, tal vez pocos, como el joven pintor, escultor y dibujante Jesús Lara Sotelo (La Habana, 1972), hayan producido, en tan breve tiempo, una serie de trabajos alusivos a la excelsa bailarina que cautivó a los más exigentes auditorios de los principales escenarios de todo el mundo. Y en vísperas del aniversario 90 de la insigne fundadora y directora general del Ballet Nacional de Cuba, el también fotógrafo, grabador y poeta inauguró una extraordinaria exposición en uno de los suntuosos salones de la base del monumento a José Martí en la Plaza de la Revolución, en la cual no solo expresa su admiración por esta emblemática figura de la danza universal, sino que, a través de diferentes técnicas y estilos, resume mediante el lenguaje del arte algunos de los momentos más trascendentales de una rica carrera que abarca ya más de setenta años de total entrega.
Con sus sorprendentes habilidades comunicativas, Lara concibió cerca de medio centenar de obras en ofrenda a uno de los más grandes paradigmas de la cultura cubana. Pinturas, dibujos y cerámicas realizados con absoluta libertad creativa, sin renunciar a la ferviente búsqueda de lenguajes y a la recurrente experimentación en torno a las infinitas posibilidades expresiva de los distintos materiales, técnicas, pigmentos y soportes, que demuestran una vez más la valía artística y ética de los plurales desempeños de este infatigable intelectual que también ostenta una sólida producción literaria y multimedia.
Alicia, con toda la fuerza de su mística imagen y de su histórico embeleso danzario, late en cada una de estas obras reunidas bajo el título de Supremacía del éxtasis, en las que el observador advierte una extraña espiritualidad que mucho tiene que ver con el lírico, convulso y vehemente ideario del artista, quien durante los últimos tiempos se ha destacado por sus recurrentes impactos dentro del variopinto panorama de la cultura cubana, tanto en la realización de fastuosos retratos sobre eminentes personalidades ―José Martí, Fidel Castro, José Lezama Lima…― , como en ensayísticas producciones pictográficas ―Made Bacon― y en la presentación de varios libros sobre aforismos y poesías ― Mitología del Extremo (Aforismos escogidos), Zen sin Sade, ¿Llagas o enojo insomne?, Cuarto paso, y ¿Quién eres tú, God de Magod?―.
En Supremacía del éxtasis, como expresa el crítico y curador Piter Ortega en las palabras del catálogo “hay ´de todo´, y para todos los gustos: desde el ortodoxo y habitual retrato mimético con tutú y zapatillas (partiendo de una foto que se respeta en su integridad), hasta las recreaciones más libres y atrevidas. Véase, en esta última dirección, la solución tan audaz de aquella pieza que alude a ´Bodas de sangre´, en la que el creador evade toda retórica anecdótica o descriptiva para entablar un diálogo tangencial y elíptico con el espectador desde los valores sensoriales (sobre todo táctiles).
“Aquí la tragedia está dada por las asperezas texturales, por el dinamismo composicional y la fuerza cromática, más que por el calco argumental obvio, evidente”.
Precisamente esta pieza atrajo el interés de Alicia, no solo por la técnica empleada en su realización, sino por la dramática evocación plástica de una de las más conocidas obras de Federico García Lorca asumidas a través de la danza por la célebre bailarina cubana.
En esta exhibición el artífice establece un profuso entretejido de formas, imágenes, texturas y soluciones plásticas que evidencian el rigor profesional con que asume cada uno de sus proyectos. De tal forma se pueden apreciar trabajos realizados en carboncillo, tiza policromada o pastel, en los que Lara da continuidad a su serie de retratos cuidadosamente estructurados con hábiles líneas y trazos que denotan además extraordinaria seguridad y limpieza; dibujo que impacta por su sensibilidad expresiva y por la fidelidad del discurso dramático recreado en escenas extraídas de algunos de los ballets magistralmente protagonizados por la divina estrella de la danza, como se puede apreciar en una de las piezas que conforman la trilogía que rememora su clásica interpretación de la locura de Giselle.
Precisamente, este conjunto constituye uno de los más minuciosamente trabajados por el artista, quien también reinterpretó en acrílico y oleo este sublime momento asumido por Alicia Alonso durante el medio siglo en que bailó la afamada coreografía, considerada pura expresión de la época romántica y que fue estrenada en 1841 en la Opera de Paris y una de las más solicitadas dentro del vasto repertorio del BNC.
Esa circunstancia de lo clásico que identifica al ballet Giselle está implícita en dos de las versiones del trágico final de esta obra llevada al lienzo por Lara: uno en carboncillo y el otro minuciosamente ejecutado con exigencias academicistas. La otra pieza sitúa al observador en un tiempo más contemporáneo o mejor dicho revela, mediante la abstracción expresionista, la visión íntima del artista, su modo más sublime de interpretar el lenguaje de la danza mediante esa propensión por el arte matérico, recurrente en algunas recientes series de este artífice.
En Supremacía del éxtasis sobresalen asimismo varias iconografías ―platos y jarrones― que confirman el diestro ejercicio en el arte del barro y sus milenarias técnicas. Piezas igualmente admiradas por la Alonso, quien dialogó con Lara sobre la belleza, expresividad y lirismo de estas creaciones, cuyos detalles esgrafiados aluden también al universo danzario.
Dentro del concepto curatorial de la exposición vale reconocer el aporte plástico y eminentemente lírico del performance ubicado hacia el centro del salón, cuya interpretación asumida por Cintia Caraballo, de Compañía Retazos, con música del maestro Frank Fernández, se caracterizó por un sutil dramatismo que trascendió entre ondulaciones y movimientos que de alguna manera irradiaban una espiritualidad concordante con el conjunto expositivo y con la garbosa atmósfera que impuso en la inauguración de la muestra la presencia de una celebridad tan brillante como Alicia Alonso, en cuyo homenaje Lara hizo estremecer hasta los cimientos de su ideario artístico para cautivar con un arte tan noble como audaz.
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