Por Jorge Rivas Rodríguez
Con la apertura de una muestra personal de pinturas del creador camagüeyano Eduardo Rosales Ruiz, titulada Iku Lobi Ocha, dio inicio en esa ciudad del centro-oriente de la isla, el XXVII Salón Provincial de Artes Visuales Fidelio Ponce de León, evento que se realiza cada año en homenaje a uno de los más importantes artífices de la vanguardia cubana.
Un performance en evocación a una de las deidades que forman el grupo de “guerreros” de la religión Yoruba, Elegguá, conformó el espectáculo de inauguración de la exposición de Rosales en la Casa Templo Ilé Ocha-Ifá, situada en la céntrica calle López Recio No. 106; festividad en la que se conjugaron danzas y patakines en un singular “bembé” afro-cubano, mítica herencia de los esclavos traídos a la isla durante la colonización española, a través de la cual los creadores pidieron salud, suerte y buen desenvolvimiento para el evento, cuyas muestras de arte se extenderán hasta mediados de octubre.
Igualmente se rindieron honores a Fidelio Ponce de León, el grandioso y controvertido pintor nacido en Camagüey y fallecido pobremente en La Habana el 19 de febrero de 1949, a los 54 años de edad, víctima de tuberculosis, verdadero enigma del arte cubano cuyos restos, paradójicamente, se encuentran prácticamente olvidados en una fría losa del Cementerio de Colón, en la capital.
En sus palabras al Catálogo de la exposición, Alexis Pérez Ruiz —quien también tuvo a su cargo la museografía y el montaje junto con Pablo Hernández Gómez (Babalawo) y el artista—, destacó que «esta muestra nos remite a un mundo mítico, el cual es recreado desde lo litúrgico como denominador válido de un discurso no afianzado precisamente en la belleza de sus exponentes o en la deleitación del espectador, sino en una estética que apuesta por conquistar las formas desde el acercamiento a sus significados reales».
Rosales recrea el rico universo de las culturas africanas y para ello se pertrecha de los elementos principales que caracterizaron la aparición del negro africano en la composición étnica del pueblo cubano en los albores del siglo XVI, época en que comenzó un paulatino proceso de entretejido racial cuyo mayor auge se produjo entre los años 1820 y 1860, cuando alrededor de 275 mil negros nigerianos, apresados y convertidos en esclavos, arribaron a las costas cubanas, trayendo consigo sus costumbres y creencias religiosas, fundamentalmente las correspondientes al panteón Yoruba.
El artista, con cuidadoso respeto hacia los orígenes de esta religión, acomoda estéticamente paradigmas, símbolos y signos propios del culto africano para desde esa premisa dialogar con el pasado y el presente, en tanto sugiere nuevos caminos que buscan salidas a los complejos y variopintos problemas que agobian al hombre de la contemporaneidad.
Iku Lobi Ocha es, a fin de cuentas, un alerta y un canto a la vida. Una vuelta al África de la bárbara esclavitud, salvajismo hacia el cual existe cierta propensión en los intereses expansionistas e igualmente colonizadores de algunas potencias imperialistas en pleno siglo XXI. La rica liturgia reconocible en el culto de los orichas, principalmente practicada en Nigeria y traída a Cuba a través de la fuerza y el dolor, está implicaba, conceptualmente, en las obras de Rosales, quien en suma llama a la reflexión a través de enjundiosos comentarios plásticos sobre nuestras raíces y nuestras verdades actuales.
En esta edición del Fidelio Ponce participan 65 artistas de varias generaciones, estilos y tendencias, para hacer de este encuentro un verdadero jubileo del arte cuyo fin esencial es promover la producción artística local y la competencia entre curadores.
Las obras pertenecientes a los proyectos curatoriales y las presentadas al concurso se encuentran distribhuidas en varias exposiciones en las principales galerías de arte de la ciudad, entre ellas la Alejo Carpentier; la República 289, del Consejo de las Artes Plásticas; la Fidelio Ponce, de la Oficina del Historiador de la Ciudad; la Jorge Santos Díaz, de la Academia de Artes; y la sala transitoria del Museo Provincial Ignacio Agramonte.
Como en ocasiones anteriores, este año el programa del salón incluye conferencias y conversatorios de reconocidas figuras de las artes plásticas en la isla, entre ellas René Francisco, Premio Nacional de Artes Plásticas; Nelson Herrera Ysla, crítico y curador; Jesús David Curbelo, destacado poeta, narrador, crítico y traductor literario; así como Juan Carlos Mejías y de los doctores Luis Álvarez Álvarez y Olga García Yero.
Nacido en Camagüey el 25 de enero de 1895, el verdadero nombre de Fidelio, que en su juventud fue bautizado con el seudónimo de «Murillo el Loco», era Alfredo Ramón Jesús de la Paz Fuentes Pons.
Este extraordinario maestro de la plástica no fue a París, como la mayoría de los integrantes de la Vanguardia cubana, a pertrechar sus conocimientos sobre arte y perfeccionar su técnica, por lo que en su vida no existieron ni un “antes” ni un “después” de Europa, porque no alcanzó ese sueño que quizás hubiera permitido a los críticos hablar de la influencia que pudieron haber ejercido en él Picasso, Marie Laurencin , Gauguin…. Siempre, con un solo antes y un después, el de la vida y la muerte, se pareció o fue influenciado por una sola persona: Ponce.
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