Por Jorge Rivas Rodríguez
Raramente, la obra cumbre de un artista surge precisamente breve tiempo antes de su muerte; y pocas veces, esa obra deviene uno de los legados más extraordinarios de ese creador al arte universal y a la humanidad toda. Me refiero a Flora, la Recogedora de Sueños, suntuosa escultura del célebre pintor cubano Cundo Bermúdez (La Habana, 3 de septiembre de 1914 – Miami, 30 de octubre de 2008), un hombre con sorprendente sensibilidad artística y humana, el último maestro de la llamada «segunda generación modernista» en la Isla.
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